Hastiado por la maldad del mundo, encomendó Dios a Noé la construcción de un arca de 300 codos de longitud, 50 de anchura y 30 de altura, para que metiera dentro a una pareja de animales de cada una de las especies que poblaban la Tierra. El buen hombre se encomendó en cuerpo, alma y familia a cumplir con el mandato divino, y nada más terminarla y embarcar a tan singular pasaje, comenzó a llover con inusitada fuerza. Lo hizo durante 40 días y 40 noches, anegándose toda la superficie terrestre y desapareciendo toda la vida que había en ella. Pasado aquel plazo, la lluvia remitió, el nivel de las aguas descendió y el barco se detuvo en la cima de una montaña.
Así cuenta el Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento el Diluvio Universal, la más fantástica 'fábula naturística' jamás escrita.
Tiempo después, las tradiciones, perduradas hasta nuestro tiempo, aseguran que aquella montaña no fue otra que el Monte Ararat. Y desde siempre, el lugar ha sido destino de santos, anacoretas, aventureros, soldados, científicos e incluso espías, que han querido encontrar los restos del sagrado navío. Incluso hoy, lo siguen haciendo.
Así cuenta el Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento el Diluvio Universal, la más fantástica 'fábula naturística' jamás escrita.
Tiempo después, las tradiciones, perduradas hasta nuestro tiempo, aseguran que aquella montaña no fue otra que el Monte Ararat. Y desde siempre, el lugar ha sido destino de santos, anacoretas, aventureros, soldados, científicos e incluso espías, que han querido encontrar los restos del sagrado navío. Incluso hoy, lo siguen haciendo.
El monte mítico por excelencia, tres veces sagrado por las grandes religiones (mahometana, judía y cristiana) se alza en una zona convulsa desde la noche de los tiempos. El Ararat, allá donde la Biblia asegura se posó el Arca de Noé cuando escampó el diluvio universal, se eleva en el límite oriental de Turquía. Se trata de un territorio fronterizo, situado a menos de 30 kilómetros de Armenia —antes Unión Soviética— y cerca de otras repúblicas de incierto presente, como Nagorno Karabak.
Durante una misión rutinaria de vigilancia, un avión de las Fuerzas Aaéreas estadounidense descubrió, el 17 de junio de 1949, una anomalía situada sobre el monte Ararat, en Turquía. Temiendo la instalación de algún artefacto soviético en los limites fronterizos de la OTAN, de inmediato la CIA envió al lugar varios aviones espía, que fotografiaron todo el área. Las fotos fueron secretas hasta 1995. Cuando vieron la luz, se comprobó que la citada anomalía se situaba justamente en el lugar donde la tradición dice que varó el Arca. Algunas fuentes aseguran que la CIA desenterró los restos bíblicos.
Uno de los pilotos de los aviones espías se llamaba James Irwin. Con el tiempo ingresó en la Nasa, pisando la Luna en 1971, como miembro de la misión Apolo XV. A su regreso, alucinado y después de un periodo pasado en un sanatorio psiquiátrico, consagró su vida a la búsqueda del precioso objeto
http://www.elmundo.es/especiales/2008/07/cultura/en_busca_del_arca_perdida/index.html
Durante una misión rutinaria de vigilancia, un avión de las Fuerzas Aaéreas estadounidense descubrió, el 17 de junio de 1949, una anomalía situada sobre el monte Ararat, en Turquía. Temiendo la instalación de algún artefacto soviético en los limites fronterizos de la OTAN, de inmediato la CIA envió al lugar varios aviones espía, que fotografiaron todo el área. Las fotos fueron secretas hasta 1995. Cuando vieron la luz, se comprobó que la citada anomalía se situaba justamente en el lugar donde la tradición dice que varó el Arca. Algunas fuentes aseguran que la CIA desenterró los restos bíblicos.
Uno de los pilotos de los aviones espías se llamaba James Irwin. Con el tiempo ingresó en la Nasa, pisando la Luna en 1971, como miembro de la misión Apolo XV. A su regreso, alucinado y después de un periodo pasado en un sanatorio psiquiátrico, consagró su vida a la búsqueda del precioso objeto
http://www.elmundo.es/especiales/2008/07/cultura/en_busca_del_arca_perdida/index.html
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